lunes, marzo 14, 2005

Escribiendo historias

Hoy querría escribir una historia en la arena de la playa y que fuera la nuestra.
Y no la de la gente que nos rodea, la gente a la que queremos o la que se cruza con nosotros en el trabajo, sino la nuestra.
Escribiria suavecito, con los dedos, para ir marcando en cada trazo todo eso que siento. Para que al verlo sintieras todo eso que quiero decirte.
En realidad no es nada complejo, son tan solo cosas simples del dia a dia, cosas sencillas ("como un anillo" diría Neruda).
Cosas como que te quiero.
Que eres la mujer mas bonita del mundo.
Que querría enredar suavemente mis dedos en tu pelo y recorrer tu espalda con mis besos.
Decirte que, a veces lo paso mal, y me duele el corazón si te siento triste y lejana, cuando para mi, la vida es que tus ojos sonrían.
No siempre todo es fácil. Ni tampoco dificil. Los momentos están ahi para vivirlos y si cada segundo bueno me acerca a ti, cada segundo malo lo hace también, porque intento aprender de ellos.
Querría escribir en esa playa, aunque se que esta noche subira la marea, y por la mañana esa historia se habra borrado. Pero yo te quiero tanto que me enamoro de ti cada día, asi que no me costará dedicar mañana otro rato a escribirte otra historia, que se yo, quizas en el vaho del espejo, o en el charco helado que se hace estas mañanas frías delante de la puerta de casa.
En realidad se que en mi corazón siempre hay esperando una historia para ti. O mejor dicho... una historia para nosotros.

viernes, marzo 11, 2005

Mirando atrás

SONAICNA ED AICNEDISER

Empujó la puerta de cristal y caminó despacito hasta las escaleras. Tras encender un cigarrillo las bajó lentamente con una mano en la barandilla y la otra en el bolsillo. No había fumado nunca hasta bien entrados los 50, cuando decidió que todo le daba igual.
Sentado en el banco, noto que el sol le hacía cosquillear los dedos, como si volvieran a la vida, despertando del frío de los pasillos de la residencia, y aprovechó ese momento de desentumecimiento para abrir la cartera y mirar de nuevo, como cada día, de cada mes y de cada año, la foto de su María.
Más allá de las cataratas, le volvían a los ojos los colores, a los labios el sabor de su sonrisa, y a las mejillas el color de la sangre bombeada bien fuerte por el corazón. Lamentablemente aquellos pequeños placeres de recuerdo acababan siempre en la memoria de las discusiones, de la separación y del orgullo de "ya volverás", de no dar el brazo a torcer, de "Nunca es demasiado tarde".
Y en la vejez, el Alzheimer que le impedía recordar a veces siquiera su nombre, no quería endulzarle la vida y borrar aquella certeza de que mas allá de "Presente", "Pasado" y "Futuro", el peor momento que puede existir es "Tarde". Y que "Demasiado Tarde" siempre esta mas cerca de lo que uno cree.