Sentado en el bordillo, con lágrimas en los ojos, miró a la ventana de aquella casa a la que no podría volver a entrar. No le quedaba ningún recuerdo de Sofía, nada que no estuviera allí dentro. Ya hacía dos años del accidente, del entierro, y era demasiado tiempo viviendo en aquella confortable nube de dolor como para poder entender que una tuneladora de las obras del metro fuera la que le obligara a volver a afrontar el mundo.
Sé acerco un bombero y le dijo:
- Por favor, póngase detrás de las cintas de seguridad, vamos a demolerlo ya.
Era el final ¿O quizas un nuevo principio?
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